16 Jun

Jacqueline Isola

LA NACION

En una charla íntima habla de su amor por la música, de sus sueños como artista y de cómo fue crecer en una familia famosa

Con el piano en el que tocó sus primeras escalas, a los 10 años. En un extremo se ve el Grammy “a la excelencia musical” que su madre recibió en 2019.

Con una sonrisa y su bulldog francés en brazos, Rocío Hazán Galán (24) nos abre las puertas del departamento que tiene su mamá, Lucía Galán (60), en el barrio de Belgrano. Hace unos días volvió de Lima, donde acompañó a la cantante y a su tío, Joaquín Galán (68), durante la participación del dúo Pimpinela en el ciclo “La Voz”, el famoso reality show que también en Perú descubre nuevos talentos musicales. “Estuvimos casi dos meses allá. Fue largo, pero me encantó la experiencia. Por suerte, tengo la posibilidad de trabajar y estudiar online, por lo que cada vez que puedo me sumo a los viajes de mamá. En este caso fui porque también me lo pidió, para ella era muy importante que la acompañara esta vez. Sabíamos que iba a ser intenso, así que quise sostenerla”, cuenta la hija que Lucía tuvo en su anterior matrimonio, con el empresario Alberto Hazán.

–¿También la acompañás en las giras?


–Sí, ahora mucho menos que antes. Después de tantos años, siento que el escenario es como una segunda casa para mí. Las giras, los shows, la vida de hotel, las escalas en aeropuertos, armar y desarmar valijas fueron parte importante de mi mundo, también. Y me encanta que haya sido así.


"Canto desde que tengo memoria y nunca voy a dejar de hacerlo… La música es parte de mí, no me imagino haciendo otra cosa"


–En cierta manera, fuiste testigo de esa vida fabulosa de una estrella…


–Sí, es verdad. Aunque, así como a muchos les puede parecer buenísimo ese glamour de alfombra roja, también hay un costado que la gente no ve: el artista que, de repente, es aplaudido por miles de personas en un recital, pero después vuelve solo a un cuarto de hotel... El artista vive esa dualidad y, como es él quien elige ese camino, tiene que estar preparado para recorrerlo.

Rocío asegura que en una época sufría por los nervios antes de cantar: “Hasta me salía sarpullido. Recién estoy empezando a disfrutar de lo que hago y de cómo me veo”, dice.

La hija de la cantante posa con su perra Mariana, un bulldog francés de nueve años. Además de cantar y trabajar como coach para artistas, Rocío también está comprometida con el Hogar Pimpinela para la Niñez, la organización civil que lanzó el famoso dúo en 1996.

–¿Y vos estás lista para hacer ese camino?


–A diferencia de otros artistas que no se criaron en familias de músicos, creo que tengo la ventaja de saber un poco la vida que me espera, con lo cual me puedo dar el lujo de decidir cuándo me gustaría enfrentar ese desafío. Mientras tanto, trato de conectarme con la música desde un lugar más relajado, sin expectativas, con ganas de jugar. Canto desde que tengo memoria y nunca voy a dejar de hacerlo. Compuse canciones, estudié comedia musical, piano… La música es parte de mí, no me imagino haciendo otra cosa.


–Pero en algún momento estudiaste Medicina…


–[Risas]. Sí, fue apenas terminé el secundario. Y dejé al poco tiempo. Y también estudié Psicología, dejé y ahora volví de nuevo… Se ve que probé todos los caminos tratando de evitar lo inevitable: cantar. Ahora me gustaría también explotar mi lado de actriz; quiero salir del lugar cómodo que me da la música para trabajar más en la actuación.


"Obvio que el apellido Galán me abre muchas puertas, pero también hay que saber bancársela. Mi apellido no es una mochila pesada, sino que lo vivo con mucho orgullo"


–¿Cuáles son tus primeros recuerdos con la música?


–La escena que más tengo presente y que se convirtió como un ritual de nuestra familia es subir todos al escenario después de un show de Pimpinela para cantar el tema de “La familia”. Ese es uno de los momentos que más recuerdo de chica. Es muy movilizador, porque es algo muy íntimo que se genera entre nosotros, pero que a la vez lo compartimos con el público.


–¿Te afecta la mirada ajena, lo que los demás puedan pensar de vos?


–No sé si me importa tanto eso. Le pongo más foco en vivir el momento más allá del resultado. Me parece que a veces es uno quien se castiga mucho más de lo que el otro te pueda criticar. Hubo una época en la que de verdad yo sufría mucho cada vez que tenía que cantar frente a alguien, tenía muchos nervios, me salía sarpullido. Ahora me divierto, la paso bien y me reconcilié con mi imagen. Recién estoy empezando a disfrutar de lo que hago, de cómo me veo y, si hay algo que no me cierra, no pasa nada. La próxima saldrá mejor.

–¿Te gustan las canciones de Pimpinela?


–Me gustan mucho, pero es algo que descubrí de grande. Reconozco que al principio los subestimaba un poco… no valoraba realmente lo que ellos significaban para la música popular argentina. Creo que tenerlos tan cerca y habiendo crecido con ellos me hizo sentirlo así. Cuando empecé a escribir mis propias canciones, fue otra la escucha de su repertorio. Hoy no puedo creer lo que son. ¡Tienen un temón atrás de otro temón! Las letras son una locura. Te pueden gustar o no, pero van a ser hits hasta el final de los tiempos.


–¿Tu mamá comparte con vos los procesos de trabajo?


–Recontra sí. Siento que me escucha y me da el lugar para darle mi opinión sobre sus canciones. Creo que confía en mí.


–¿Cuál es el mayor legado que recibiste de tu familia?


–Mi amor por el hogar para chicos que mamá y mi tío construyeron [Hogar Pimpinela para la Niñez, la organización que los hermanos Lucía y Joaquín Galán abrieron en 1996 para niños en situación de riesgo]. Esa experiencia es una de las mayores enseñanzas que recibí de mamá. Aprender a ver y respetar otras realidades me hizo ser más consciente de lo bendecida que soy por poder dormir en una cama y tener una familia que me quiere.


–¿Cómo te llevás con la fama?


–Es divertido hasta cierto punto. A veces me molesta que la gente no respete ciertos límites si mamá pasa un momento incómodo. No da que te encajen un beso “de prepo” y te pidan una foto en medio de una comida… Esas situaciones son las que a veces me descolocan y no logro acostumbrarme del todo.


–¿El apellido te pesa?


-Hago un poco la mía y no me engancho mucho en ese tema. Por ahora me hago llamar Rocío Hazán. Y por ello, soy juzgada por los Galán. [Risas]. Creo que así me permito mantener un espacio propio. Obvio que el apellido Galán me abre muchas puertas, pero también hay que saber bancársela. Mi apellido no es una mochila pesada, sino que lo vivo con mucho orgullo.•


Pelo y maquillaje: Joaquina Espínola

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